Prof. Oscar Bastidas Delgado (UCV)
oscarbastidasdelgado@gmail.com.
Blog: http://esytransformacion.blogspot.com/
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No
existe definición más ilustrativa de cooperativa que la de la Alianza
Cooperativa Internacional (ACI), de ella se desprenden condiciones
básicas para clasificar una cooperativa como genuina, de maletín, o
falsa: 1.- “personas
que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y
aspiraciones económicas, sociales y culturales en común”; y 2.- “mediante una empresa de propiedad conjunta y de gestión democrática”.
A partir de estas condiciones puede explicarse la lamentable existencia
de las de maletín en nuestra triste realidad cooperativa. Realidad en
la que las pocas que destacan son previas a los tres gobiernos del
presidente actual.
A
partir de la afirmación en marzo 2002 del Tte. Coronel (r) Hugo Chávez
invitando a los círculos bolivarianos a constituir cooperativas y
convertirlas en “puntas de lanza del proceso”, un número incalculable de
vivianes con afán de fácil enriquecimiento, se lanzó a constituir
miles. También lo hicieron ciudadanos de buena fe. Desde ese momento,
numerosos oficialistas asumieron la invitación como obligación. Recuerdo
que en una reunión de la Mesa de Economía Social de MinTrabajo un
militante regañó a los presentes: “¡Ustedes no cumplen con su deber!; yo en tres meses he constituido 258 cooperativas en La Guaira”. Otro caso, el de una maestra de Aragua experta en cooperativismo escolar: “Me
invitaron a una reunión de 36 personas y nos sentaron en 6 mesas, en
cada una llenaron un modelo del estatuto y unas planillas. Cuando me
percaté que constituía una cooperativa con gente desconocida me marché.
Me enteré que a cada grupo le dieron un crédito y el organizador se
quedó con un porcentaje, creo que el 20%”.
Ni
hablar de amigos y familiares de personeros del gobierno que en
diversos niveles aprovecharon para contratar y aún lo están, en labores
de aseo urbano, transporte, electricidad, teléfonos, y otras
actividades, a pesar de que el primer mandatario acusó de capitalistas a
las cooperativas. Se agrega que numerosas empresas privadas debieron
constituir cooperativas o convertirse en una de ellas, perdiendo su
historial profesional y hasta pagando comisiones, para ser contratadas.
Contribuyó a ello la flexibilidad de la Ley Especial de Asociaciones
Cooperativas (2001), que permite cooperativas entre familiares, y
eliminó el proyecto previo con el visto bueno de un organismo de
integración como requisito para constituirlas.
Demostrado
está entonces que las cooperativas exitosas no nacen de llenar
mecánicamente un modelo de estatuto ni de poseer nociones de
“materialismo histórico” como los enseñados en los cursillos de Sunacoop
o del Ministerio de las Comunas. Para que una cooperativa se inicie con
buen pié, sus potenciales asociados deben conocer en que se meten,
visitar experiencias exitosas, y comprender que ellas son organizaciones
complejas, con procesos que ameritan administración y contabilidad,
que dependen de esfuerzos propios y no de un simple financiamiento.