Prof.
Nelson Freiteznefreitez@yahoo.es
El alto interés por el tema y la práctica del emprendimiento en Venezuela en las dos últimas décadas es consecuencia de la desocupación de una significativa porción de la población, pero también de la búsqueda de nuevas opciones de trabajo al margen del Estado y de las tradicionales empresas privadas. Más allá del boom del emprendedurismo promovido desde los países industrializados, en el país la reflexión sobre las iniciativas económicas de la población tiene vigencia tanto por el evidente fracaso de las políticas rentistas y estatistas del actual gobierno como por la histórica baja capacidad productiva de nuestra economía importadora y consumista. Se conocen algunos de los factores macroeconómicos y socioculturales presentes en nuestra sociedad que al sobreevaluar la moneda desde los años 30, generar sistemas artificiales de costos y precios y saturar de créditos blandos la economía, ha terminado históricamente por inhibir y trastocar las iniciativas productivas de nuestra población. Tenemos una población que al emprender suele hacerlo con base en proyectos sobredimensionados, buscar rápidos resultados, con escasa conciencia de costos y un manejo muy limitado de las adversidades. De allí que el Observatorio Mundial del Emprendimiento haya detectado que en Venezuela de cada 10 emprendimientos 7 de éstos están cerrados a los 2-3 años.
En el mundo del Cooperativismo venezolano se ha producido desde los años 60/70 procesos de emprendimiento basados en las iniciativas asociativas de nuestra población, las cuales también han presentado algunas de las rémoras socioculturales venezolanas que hemos apuntado. Sin embargo, una porción importante de los emprendimientos cooperativos han pasado la prueba demoledora del rentismo y del tutelaje financista y clientelar de los gobiernos de turno, gozando hasta ahora de buena salud. Estas cooperativas han demostrado que la población popular venezolana puede crear y consolidar empresas sin depender del crédito oficial, respondiendo responsablemente a las necesidades de la población, administrando con rigor y control colectivo sus procesos productivos, combinando apropiadamente nuestras motivaciones afiliativas con los grados de disciplina, responsabilidad y eficiencia que demanda toda actividad económica.
Ese vigoroso cooperativismo venezolano de carácter popular es la mejor forma de desmentir que como pueblo necesitamos un mesías que nos reparta la renta petrolera, invitándonos a la mesa del poder para recoger migajas en forma de subsidios y créditos blandos, para apoderarse de nuestra lealtad, dignidad y capacidad productiva.