Prof.
Eco. Mario Fagiolo (UDO)
mario.fagiolo@gmail.com
La
crisis que explotó, con virulencia mundial, en 2008 empezó a
gestarse en la década de los ’70 del siglo XX. Sus primeras
manifestaciones fueron la crisis de los grandes centros
industrializados y la caída abrupta de la producción mundial. A
partir de allí comenzó el agotamiento del paradigma de la
modernidad y del modelo de desarrollo basado exclusivamente sobre el
crecimiento cuantitativo. La fórmula encontrada, por las grandes
empresas transnacionales, para tratar de responder a los dos grandes
problemas mencionados fue la globalización.
Aprovechando las potencialidades de las nuevas tecnologías, basadas
en la informatización y la difusión del conocimiento, se inició
una restructuración global de la división internacional del trabajo
y una deslocalización de los sistemas productivos, en busca de
recuperar competitividad en los mercados mundiales. A
pesar de los éxitos cuantitativos – de corto plazo – estas
soluciones vinieron acompañadas por sensibles retrocesos de los
mecanismos públicos de protección y asistencia social, que han
conducido a un significativo aumento de la pobreza y de la exclusión.
Las
respuestas espontáneas de las sociedades y de los gobiernos locales
– impactados por esta situación – no tardaron en manifestarse:
lo
local
y lo
endógeno
fueron rescatados como cognomentos de los nuevos modelos de
desarrollo, para contrarrestar los efectos negativos de la
globalización. Lo que está en juego es la redefinición de la
política del desarrollo, movilizando las fuerzas
endógenas
presentes en el territorio, que es el ámbito donde se desenvuelven
los agentes
locales
cuya capacidad de fijar el rumbo – a través de un proceso de
construcción política – permite construir
desarrollo,
caracterizado como proceso territorial.
El
desarrollo
local
es concebido como una manera autónoma para conseguir soluciones a
los problemas y a las necesidades de los integrantes de la comunidad.
Parte de la idea que cada comunidad es única; en cuanto construyó –
históricamente – su propia identidad y cultura. El territorio es
percibido en términos relacionales, como “tejido social” que
alimenta los procesos de crecimiento y cambio estructural, que – a
través de la participación organizada de los actores locales –
toma forma de “estrategias
de desarrollo desde abajo”.
Esto implica la estricta relación que existe entre esta visión y la
promoción de Organizaciones de la Economía Social (OES’s), en las
cuales – como define la ACI (Alianza Cooperativa Internacional) –
la autonomía, la voluntariedad y la gestión democrática son
considerados principios fundamentales. Vale señalar la importancia
del programa internacional de la OIT (Organización Internacional del
Trabajo) que promueve el desarrollo económico local por medio de
cooperativas.