Prof. Carlos Molina Camacho (UCV).
La primera cooperativa del moderno movimiento cooperativista fue fundada en el año de 1.844, y fue una cooperativa de consumo, que vio la luz en un pequeño pueblo inglés, Rochdale, cercano a la ciudad industrial de Manchester.
El Manifiesto Comunista fue divulgado en el año de
1.848, y su redacción la hicieron Carlos Marx y Federico Engels. Asi que son
movimientos coetáneos, el cooperativista y el comunista.
Sabemos que entre las metas trazadas por el movimiento
comunista de aquella época estaba la de alcanzar el poder político para, desde
alli, iniciar las grandes
transformaciones de las cuales sería protagonista principal el proletariado. El
socialismo sería una etapa previa a la instauración de la sociedad ideal, la
comunista, en donde el Estado desaparecería, al igual que la burguesía,
reinaría la libertad, que era el sueño de Marx y de otros ideólogos, entre
ellos Proudhon.
Por esa razón, estos grandes reformadores sociales no
le dieron al movimiento cooperativo naciente la importancia que realmente
tiene, toda vez que había que tomar el poder político como fuere, y los
esfuerzos de organizar cooperativas
distraían al proletariado de esa su principal tarea.
No obstante, tanto Marx como Lenín, reconocieron el
valor social de las iniciativas
cooperativistas. El manifiesto de los que fundaron la Asociación Internacional
de Trabajadores (1.864) destacaban la significación del movimiento cooperativo,
privilegiando las cooperativas de producción. Marx tuvo la principal
responsabilidad en la redacción de ese manifiesto.
Con respecto a las cooperativas se puede leer en el
mismo lo siguiente:
“Nosotros queremos hablar del movimiento cooperativo,
y sobre todo de las fábricas cooperativas, creadas por algunos brazos
emprendedores. El valor de estas experiencias no podrá ser alabado lo
suficiente. Han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la
producción en gran escala y al nivel de la ciencia moderna, podría prescindir de
una clase de patronos empleando una clase de brazos…..” (“La Doctrina Cooperativa”,
Paul Lambert, Intercoop, Argentina, 1.959))
Llama la atención que en ninguno de esos documentos se
mencionan las cooperativas para obtener bienes o servicios (alimentos, ahorro y
préstamo, viviendas, servicios médicos o educativos, etc), que exigen la
organización económica de los consumidores y usuarios, y que combaten
frontalmente la especulación capitalista de los intermediarios entre
productores y consumidores.
También extraña que el finado Presidente Chávez afirmara
que “el cooperativismo no garantiza la
marcha hacia el socialismo. ¡Nada! No lo garantiza, más bien se puede confundir
al pueblo….Una cooperativa capitalista (¿?) termina siendo igual, un patrón,
unos asalariados, y luego la plusvalía, la ganancia y toda la producción se
convierte en mercancía. ¡Capitalismo puro!” (“Ahora la batalla es por el Si”, Biblioteca
Construcción del socialismo, agosto del 2.007)
Cuando a Marx le cupo la responsabilidad de redactar el manifiesto que lanzaron al mundo los fundadores de la Asociación Internacional de Trabajadores, en el año de 1.864: “Nosotros queremos hablar –puede leerse en el manifiesto- del movimiento cooperativo y sobre todo de las fábricas cooperativas creadas por la iniciativa aislada de algunos brazos emprendedores. El valor de estas experiencias no podrá ser alabado lo bastante. Han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la producción en gran escala y al nivel de la ciencia moderna, podría prescindir de una clase de patronos empleando una clase de brazos…”.
Pese a la simpatía por el cooperativismo que evidenciaban Marx y sus seguidores, no fomentaron cooperativas, su principal preocupación era la toma del poder político, para iniciar desde él, los cambios que creían liberarían a los trabajadores.
Una vez alcanzado ese poder en la Rusia de la época (1917) y concretada la creación de la URSS, Lenín decidió convertirse en un defensor de las cooperativas contra las medidas de confiscación que se implementaban, y el 11 de diciembre de 1918 declaraba: “Las cooperativas son el único organismo del régimen capitalista que era necesario conservar, y conservar absolutamente a cualquier precio”. Cinco años más tarde expresaría: “un régimen de cooperativistas altamente cultivados, cuando los medios de producción hayan pasado a ser propiedad común, y el proletariado haya triunfado sobre la burguesía, ¡ha ahí el socialismo!”, citado por Paul Lambert, La Doctrina Cooperativa, Intercoop, Arg, 1.959.
Sin embargo, la tendencia del marxismo-leninismo era de transferir al nuevo Estado la mayor cantidad de empresas, y las cooperativas no serían la excepción. Por ello, Lenín, contradiciéndose, decidió reemplazar 7 directivos de la Central Rusa de Cooperativas – Centrosoyus- por miembros del partido, dejando sólo 6 cargos a cooperativistas, así, destruyó la democracia cooperativa.
Es difícil que el cooperativismo florezca en un ambiente sin libertad política en el que se pretenda estatizar toda la economía. Afortunadamente, 70 años después, ese sistema socio-económico-político, rémora para el progreso del pueblo ruso, se desplomó dando paso a un modelo más abierto y liberal.
Las cooperativas, aunque puedan operar en un sistema de corte capitalista, no son de naturaleza capitalista. En ellas no hay explotación del hombre por el hombre. Las que se dedican a la producción de bienes o servicios son propiedad de sus trabajadores y salvo excepciones no pueden tener asalariados; las que se organizan entre consumidores y usuarios para adquirir bienes o servicios, evitan la especulación capitalista de los intermediarios entre ellos y los que producen.