Venezuela atraviesa una
crisis profunda. Basta constatar cifras básicas del sistema económico para
comprender la magnitud del desafío, en lo humano, en lo productivo y en las
relaciones de los actores: 50% de población activa en la informalidad, 10 % en
el desempleo, 80% de los empleos formales con un pago aproximado de 200$ mes
(calculado al dólar innombrable, que es el que consigue a duras penas el común
de la gente); y en el plano empresarial,
cierres de empresas, estatización improductiva, y misiones sociales “bajando”
dinero a una masa, sin su correspondiente contraprestación productiva. En el
marco institucional cero cooperación del estado con las empresas privadas
tradicionales. En el aspecto de la productividad de los trabajadores, Venezuela
casi en el último lugar.
El sistema educativo tiene impactos
fundamentales en el individuo, la familia, el aparato productivo, la sociedad,
la nación como ente soberano, y el ambiente como hecho solidario intergeneracional.
El profesor Carlos Molina Camacho señaló la necesidad de promover con seriedad el
modelo de las cooperativas escolares en todos los colegios y liceos del país (La Economía Social empieza en las Cooperativas Escolares),
como paso fundamental en la
construcción de una una sociedad solidaria.
El profesor Mario Fagiolo, en su
artículo “Responsabilidad
Social: una clave para Salir de la Crisis”, apuntaba que “…Las sociedades de las naciones caen víctimas de una ‘ilusión
de riqueza’ que no tiene bases en el sistema real de la producción de bienes y
servicios… Hacen falta ideas y palabras nuevas que permitan restablecer la
comunicación entre los principales elementos de la sociedad: la Sociedad Civil,
las Empresas y el Estado”.
La educación responsable, acompañada de una
responsabilidad social madura, pueden moldear el sistema educativo nacional, impactando
positivamente en áreas como: la transformación del hábitat, el fortalecimiento
del entramado productivo, y la transferencia de parte importante de los
servicios públicos a las comunidades donde se inserta la estructura educativa transformacional.
La “asociatividad y la productividad” deben ser objeto de
un programa educativo que estimule desde la niñez hasta la finalización del
ciclo universitario, actitudes y aptitudes orientadas a resolver en forma
conjunta los problemas, y a crear estructuras socio-económicas formales que
funcionen eficiente y eficazmente. Y este asunto va mucho más allá de las
cooperativas.
En Venezuela, si nos adentramos en los barrios y
urbanizaciones, o en el mundo de las empresas, notaremos un enorme déficit de
asociatividad y productividad. Desde observar cómo trata la comunidad el
problema del agua en su barrio, pasando por constatar la inexistencia de empresas
asociativas con alto grado de especialización e inversión (p.ej. no hay centros
de investigación científica nacidos de la asociatividad de empresas privadas), hasta
comprobar que ningún barrio ha diseñado por iniciativa propia, su “plan maestro
de urbanismo y servicios”, camino para la solidaridad intergeneracional, ésa
que garantiza la transformación local de la calidad de vida.