David
Esteller Ortega
Se ha aceptado la
sectorización de la economía en estatal, privada capitalista y social. El
Estado ha pasado de un Estado gendarme, liberal, a un Estado interventor y, más
aún, empresario.
El postulado marxista de la
desaparición del Estado para dar lugar a una sociedad comunista, utópicamente
igualitaria y libertaria, fue tergiversado por Lenin, en vista a intereses
inmediatos, en la que denominó la dictadura del proletariado, transformando por
esta vía al Estado en una institución totalitaria y a la economía en una
economía centralizada, presa de ineficiencia y corrupción. Fue, luego, la época del diosito Stalin. De
allí devino el estrepitoso derrumbe de la
economía estatal socialista, para tristeza y pena de los pobres del
mundo que habían cifrado sus esperanzas de liberación en aquella grandiosa Revolución de Octubre. Asimismo,
los nefastos regímenes fascista y nazista, que estatizaron las economías
italiana y alemana, fracasaron y terminaron en la más grande tragedia del siglo
XX.
Ahora el actual gobierno de nuestro
país está tratando de revivir una
especie del socialismo real bajo la denominación de socialismo del siglo XXI,
pero dice el refrán: nunca segundas
partes fueron buenas. Lo que está es llevando a nuestra economía estatal, de
fracaso en fracaso, de lo cómico a lo trágico, de los gallineros verticales y
las areperas socialistas a los ecocidios petroleros del Lago de Maracaibo, del
Río Guarapiche, y pare de contar. Hemos pasado de un endeudamiento
manejable al “atroz” endeudamiento de la
economía, más trágico aún si pensamos que es la época de los más elevados
precios del barril petrolero, y mucho más deprimente, si pensamos en la carga
económica que heredará la próxima generación.
La economía estatal extrema languidece
en Cuba y Norcorea. En cambio, los regímenes comunistas de China y Vietnam
han dado un vuelco hacia la economía
capitalista, convirtiéndose en un
experimento que la humanidad sigue muy de cerca.
Por lo anterior, podemos concluir que
la economía estatal debe tener sus límites, para no caer en el despeñadero y
evitar el daño emergente a la sociedad, especialmente a los que menos poseen
riquezas y comodidades, y muy particularmente, a los que nacerán en medio de
una crisis económica y cultural más compleja, una crisis en la que el sistema
educativo imperante será incapaz de mostrar a los jóvenes los distintos modelos
de la economía, y por tanto, las diferentes formas de emprender las actividades
socio-económicas.
Esta coyuntura histórica del estatismo
agónico, a su vez, va acompañada de una brecha creciente en las capacidades de
uso de las nuevas tecnologías de la información, comunicación y conexión de los
nuevos actores de la economía digital mundial, versus las habilidades y
experiencia de los trabajadores y gerentes de la “estática economía estatal”.
En una próxima entrega, nos referiremos a los otros dos sectores.